Tras cuatro días de intensa actividad, cerró sus puertas la Feria Internacional de Turismo de América Latina, la famosa FIT. El evento realizado en Buenos Aires cumplió con dos de sus principales objetivos: servir de punto de “reencuentro” entre actores de la industria y entre el sector y los potenciales viajeros; y apuntalar la “reactivación” de cara a la inminente alta de verano luego de casi dos años de pandemia. Dentro del segundo objetivo se encontraban las siguientes incertidumbres: 1: la incertidumbre global por los requisitos en términos de vacunación y certificados, 2: la aparición de Ómicron, y 3: la falta de vuelos sumada a la prohibición de viajes al exterior en cuotas
La feria abrió sus puertas el sábado 4, y tanto ese día como el domingo 5 se celebraron las jornadas para el público general, mientras que el lunes 6 y el martes 7 se llevaron a cabo los días exclusivos para profesionales.
La misma se mostró en realidad como dos ferias distintas en una: la primera, en la que los destinos apuntaron sus armas de manera directa al consumidor final para tratar de tentarlo con cuanta herramienta de marketing se cuente (shows, desfiles, comidas regionales, regalos, sorteos, famosos, etcétera); y, la segunda, enfocada a los negocios, con un clima profesional, capacitaciones y mucho networking.
Esta edición convocó a unos 73.000 visitantes totales, de los cuales 47.000 correspondieron a público general y 26.000 fueron profesionales
Pero frente a los 103.000 asistentes de 2019, significa una pérdida de casi el 30%. Desde el punto de vista de la oferta, señalaron que los expositores totales fueron 1.328, de los cuales 1.108 fueron nacionales (de las 23 provincias y la Ciudad de Buenos Aires) y 220, extranjeros (provenientes de 38 países). Hubo ausencias importantes y eso obligó a reducir espacios en el sector internacional